viernes, 19 de agosto de 2016

Educando con Juan Eudes

No parece aventurado imaginar que si Juan Eudes viviera en nuestros tiempos no rechazaría la posibilidad de hacer de la educación un campo misionero por excelencia.
De un lado, porque a él le interesaba por encima de todo la formación de «buenos obreros del evangelio».Y hace años que los laicos entraron, de la mano del Vaticano II, en ese grupo activo de la Iglesia. Ahora bien, ¿puede alguien negar las inmensas posibilidades que tiene la escuela católica de formar auténticos laicos, humana, intelectual y evangélicamente maduros, condición esencial para que sean buenos obreros del Reino?
Es decir, la acción de cualquier centro educativo que se rija por paradigmas evangélicos tiene como función transversal la formación de cristianos auténticos... Si se preocupara sólo de formar hombres y mujeres académicamente bien capacitados y aceptablemente buenos, no auténticos cristianos con todo lo que ello implica, estaría engañando a la iglesia y engañándose a sí mismo.
De hecho, la educación cristiana se plantea hoy como un lugar prioritario de evangelización y así lo vienen subrayando, desde hace años, diversos documentos del magisterio eclesial.
Incluso nuestras Constituciones, en su nº 23, abren, aunque con timidez, ese potencial campo misionero: «Los Eudistas trabajan en el anuncio del Evangelio y en la renovación de la fe mediante el testimonio de su vida, la oración, la enseñanza y el desempeño de las diversas tareas pastorales».
Y clarifican en el nº 24:
«Entre todas estas tareas atribuyen una importancia especial a aquellas que les permiten participar mejor en la Evangelización, para hacer conocer "al mismo Jesús, Evangelio de Dios"[1].
Desde esta perspectiva, no creo estar forzando las cosas al afirmar que la educación cabe plenamente dentro de los campos de misión eudista. Obviamente con ciertas opciones y desde la perspectiva de un centro educativo con alma misionera, como debe ser cualquier obra moldeada sobre la espiritualidad de Juan Eudes. Al fin y al cabo, de eso se trata cuando hablamos de evangelizar educando y educar evangelizando, y siempre desde nuestra prioritaria opción por la misericordia.
No está de más, entonces, que reflexionemos un poco sobre las implicaciones que tal planteamiento puede tener para la pastoral y la vida de los eudistas, quienes, en cualquier tipo de centro educativo, empezando por los seminarios, han hecho de la educación una expresión del carisma congregacional.








[1] Pablo VI, E.N. 7

No hay comentarios:

Publicar un comentario